Las herederas by Aixa de la Cruz

Las herederas by Aixa de la Cruz

autor:Aixa de la Cruz [Cruz, Aixa de la]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-08-17T09:47:17+00:00


V. Palabras en clave

I

Erica está sentada en la taza del váter con su copa menstrual en las manos y ni una gota de sangre en ellas. El flujo rosado de esta mañana ha resultado ser un falso aviso. No está menstruando, y es que tampoco le tocaba. Demasiado pronto. Día veintitrés desde el comienzo de su última regla. Una anomalía sin precedentes. De pronto, recuerda un concepto que manejaba Lis a todas horas cuando su obsesión era embarazarse y se pasaba el día en foros de fertilidad, chateando con otras mujeres que vivían a la espera de un primer signo, previo al test de embarazo, que les confirmara que esta vez sí: el sangrado de implantación. La herida que deja el embrión al adherirse a la parte interna del útero, el primer mordisco del huésped. Sabe que es imposible porque hace meses que no tiene sexo, menos aún del reproductivo, pero todo lo que pasa hoy parece a priori imposible y luego se confirma, así que, por primera vez, tiene miedo. Hasta ahora había asistido a una especie de carnaval sin repercusiones, un puesto esotérico en el jardín de casa por el que su hermana, su prima y ella han desfilado disciplinadamente, de una en una, a escuchar el diagnóstico que les correspondía. Olivia pasaba consulta a la sombra del sauce llorón, tras la cortina de hojas, ella en pie y la paciente acostada sobre una tumbona de jardín, tan médico en este plano como en el siguiente, la médium en el reverso de la cardióloga, y decía cosas como esta:

—La luz de Nora es lila, pero se oscurece en los márgenes. Del cerco externo brotan hilillos negros que se mueven, coletean, y parecen renacuajos. Tengo que extirparlos porque están obstruyendo los poros e impidiendo que su energía se limpie.

Y entonces empezaba a pellizcar el aire con su precisión de cirujana y Nora sufría espasmos abdominales que eran fruto del esfuerzo de contener las carcajadas pero que, para un espectador sugestionable, daban fe de que algo se resistía a abandonar su cuerpo. Erica debería haber sido ese tipo de espectador, pero le ha costado un poco suspender su incredulidad, y ahora, sola y desnuda de cintura para abajo y, por tanto, honesta, piensa que es en parte porque se ha sentido suplantada. Cínica por envidiosa. Y es que es ella la que siempre ha creído en estas cosas y es ella, por tanto, quien debería haber protagonizado este episodio, no la ramplona de su prima. Se resiste a aceptar que Olivia tenga más de bruja que ella, más de la abuela que ella, pero lo cierto es que ha probado alucinógenos en una docena de ocasiones y jamás le han provocado algo semejante. Colores en movimiento, objetos con ojos, formas de caleidoscopio… Nada muy distinto de lo que logra ver cuando entra en trance meditando, aunque sí que ha tenido experiencias de disolución muy fuertes, la constatación, tumbada sobre el césped y en contacto con la tierra, de que su



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